¿Cómo afrontar el camino que se anda lejos del hogar?, ¿acaso el desarraigo se transfigura a través de los ojos del poeta en una travesía bella pero dolorosa, artística? Quizá sobre estas interrogantes se pueda comprender El éxodo y las flores del camino del escritor mexicano Amado Nervo.
En su momento, El éxodo fue recordado con afecto por poetas de la talla de Rubén Darío, quién compartió con el mexicano las horas parisenses. Y es que este volumen se remonta al viaje que realizó Nervo como corresponsal de El Imparcial en la Gran Exposición Universal de 1900 en París. Sin embargo, su itinerario no se limitó a la Ciudad Luz, ya que como demuestran sus poemas, crónicas, impresiones y notas de viaje, el escritor arribó y documentó su tránsito y sus experiencias por un gran número de ciudades y de lugares emblemáticos de la cultura y el arte de un siglo xx que apenas daba sus primeros pasos.
El viaje que se nos narra es el del poeta, el del hombre con una sensibilidad exacerbada, pero también es el viaje del cronista agudo, del observador. La capacidad que demuestra Nervo para caracterizar desde una ciudad hasta algún personaje ocasional en su travesía no deja en ningún momento de sorprender a su lector.
Como no dejan de deleitarnos todos los poemas que, intercalados, ponen de manifiesto que la prosa y el verso son la lengua del artista, del creador de la palabra. Tal parece que Nervo nos dice «no hay otra forma de expresar todo esto si no es a través de la poesía». Tal vez, al seguir esta senda, logremos experimentar más hondamente el sentir, la fuerza de espíritu, las incertidumbres, los miedos, las dudas y la voluntad del Nervo que anduvo el camino.
En este libro que se escapa de las definiciones genéricas, pues conjunta muchas modalidades de la escritura con total libertad, acompañamos a un Nervo que sale en tren de Laredo en México, descubre las ciudades norteamericanas, se maravilla con Nueva York y la Estatua de la Libertad, se embarca en un trasatlántico, arriba a Irlanda, pasa por Londres, llega a su segundo hogar, París, y sigue de frente para conocer de primera mano Europa: Lucerna, Roma, Milán, Múnich, Venecia, los Alpes, Berlín.
La edición de 1902 de El éxodo y las flores del camino es, en realidad la obra de tres creadores.
El primero es, desde luego, Amado Ruiz de Nervo Ordaz (1870-1919), conocido literariamente como Amado Nervo. Nervo fue un diplomático, poeta y escritor mexicano adscrito al movimiento modernista, aunque con rasgos propios distintivos, como el misticismo. Tanto en México como en sus viajes europeos y americanos trabó relación con numerosas figuras literarias de la época, cultivando en especial una estrecha amistad con Rubén Darío. Su obra es muy abundante e incluye novelas, poemarios, cuentos, ensayos y hasta una zarzuela.
Pero el volumen que ahora rescatamos es, además, destacable por la obra original que lo ilustró, salida de las tintas de dos grandes artistas mexicanos de la época: Julio Ruelas (1870-1907), artista e ilustrador simbolista, quien trabajó y murió en París y está enterrado en el cementerio de Montparnasse, y Ángel Zárraga (1886-1946), pintor representativo de corrientes como el cubismo, el muralismo y el realismo simbólico.
Actualizando... 