¿De qué va El gato sobre la cacerola de leche hirviendo?
De nada, de nada en absoluto.
Más de mil personas obedeciendo a un ridículo caudillo.
Diez prófugos satanizando las páginas por las que pasan.
Dos amantes que no se tocan apartados del resto de la novela.
Un señor fumando pipa ajeno a todo lo que no sea que lo dejen en paz.
Una pareja batiendo todas las marcas amatorias de la historia de la literatura.
Una mujer con nombre de bebida alcohólica escapando de la quema.
¿Piensa hacer algo el autor para dar sentido a tal desgobierno?
Y en todo esto... ¿qué pintan un gato y una cacerola de leche hirviendo?
¿En qué se diferencian el lector y el personaje del libro?
En lo esencial, el primero asiste a las peripecias del segundo con la confianza de que la persona que ha escrito el texto ha desarrollado una historia. El personaje, a diferencia del gozoso lector, sabe lo que tiene que hacer y que decir en cada momento. Sin embargo, en este caso, no. El libro que usted tiene entre las manos no tiene argumento. Los personajes deberán cruzar las páginas sin ninguna idea acerca de cómo comportarse o qué decir. Como su propia vida, lector: sin guiones, con los inquietantes años que se encabritan enfrente.
Como folios en blanco que rellenar.
Manuel Valera es juntapalabras, un oficio como cualquier otro ejercido con mayor o menor fortuna.
Después de conseguir no tener que volver a la Facultad de Periodismo, una vez que le dieron un papel firmado, un título, se dedicó a escribir. Ha publicado Futbolia, un ensayo sobre fútbol y filosofía; día a día escribe El fin de la crisis y próximamente publicará Alexandria.0, una novela que no nos dejará indiferentes. En la actualidad, trabaja juntando palabras para guiones de televisión. Va a bares.
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