FUGU – Jaime Alejandre

En Fugu se entremezclan como grafitis en un vagón de metro: fotógrafos que disparan con los ojos en vez de con una cámara; inventores de palabras para el amor; eccehomos bailando las danzas de la muerte; negros que tocan jazz con una cuerda y un barreño; mitologías urbanas de dragones de aluminio; la estética del vacío adoptada con pasión como último mecanismo de autodefensa ante un mundo desprovisto de ética, donde el fingimiento es más importante que la vida; desamor de traidores que nos empujan a sobrevolar Manjatan en un Helicóptero-Caronte hacia el olvido; los pasillos de un manicomio sorprendente, posible e imposible; espirales delante de espejos y fiestas interminables de disfraces donde solo se habita confundiendo la realidad y el artificio indescifrables; mantis religiosas devorando en pleno coito a sus amantes; inabarcables lofts vacíos para nada; teléfonos que torturan con su desquiciante fragor; poemas sin versos y sin luz… Visiones que mortifican el tortuoso cerebro de un loco observándose a sí mismo con el único anhelo de revelar que los hombres no son los forjadores de sus vidas. Justo al contrario, el descrédito de las horas es el que los va creando, a sus espaldas. Todo conduciendo a un caos del que, paradójicamente, solo Fugu nos puede redimir, pero no salvar.

Estas desencantadas páginas van involucrando al lector hasta que, inquieto, acaba por interrogarse a sí mismo. No solo sobre la anecdótica verosimilitud o ficción de la historia que creía leer y apenas es delirio, sino también sobre la certeza de su propia existencia humana e improbable.

Como vagabundo, Jaime Alejandre, tras recorrer cerca de ochenta países y alcanzar inesperadamente la edad de un kanreki (los que cumplen sesenta años en Japón) ha acabado echando el ancla en el Puerto de Shimonoseki, donde sucedía Fugu, su primera novela.

Cronoilógicamente hablando, Jaime sucedió en 1963 un día, dicen, que nevaba, lo que sería casi cursi si no fuera porque nació en Las Huelgas de Burgos. En marzo. Y nevaba.

De niño pasó la varicela y más allá de los cincuenta por la cumbre del Kilimanjaro. Lo uno le dejó tres marcas en la cadera; lo otro perplejo. Entregado a la espiritualidad y el vacío, todavía profesa paciente admiración por Zenón de Citio y la doctrina de las cosas indiferentes.

• Fecha: enero de 2024
• Colección: Intravagantes
• Más datos:
  • 252 págs.
  • 20X14 cm.
  • rústica
• ISBN: 9788412675481